(Buenos Aires).- En un país en el que no abundan las políticas de Estado y donde lo habitual es que cada gobierno haga "borrón y cuenta nueva" con lo hecho por la anterior administración, la continuidad de Lino Barañao al frente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT) se ha convertido en la excepción a la regla.

Lo que se hace en ciencia y tecnología rinde frutos en tiempos que son bastante más largos que un período de gobierno, se ha encargado de señalar este doctor en Química e investigador del Conicet, quien se incorporó a la gestión pública en 2003 como presidente del directorio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) y ocupa su actual cargo desde diciembre de 2007, cuando se creó el Ministerio.

La Argentina cuenta con varias fortalezas a la hora de aprovechar las oportunidades que brinda el conocimiento, afirmó Barañao en la presentación del Plan Argentina Innovadora 2020. Y agregó: Nuestro país dispone de investigadores reconocidos a nivel internacional y muchos de ellos, incluyendo los cientos que han regresado a nuestro país en los últimos años, desarrollan su trabajo en actividades de punta. Asimismo, cada vez más jóvenes se suman a la profesión científica y tecnológica, con lo cual el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación se nutre de nuevas vocaciones en la búsqueda de sumar sus esfuerzos al avance de las distintas áreas del conocimiento.

Los números confirman que la ciencia consiguió ocupar un lugar destacado en la asignación de recursos del Estado Nacional en la última década. Entre 2003 y 2017, la inversión en investigación y desarrollo (I+D) pasó del 0,46 % al 0,69 % del PBI. En el mismo lapso, el índice de investigadores y becarios, según el equivalente de jornada completa, pasó de 1,8 a 3,04 por cada 100.000 integrantes de la población económicamente activa (PEA). Sin embargo, la polémica que se instaló a partir de la llegada al poder de Mauricio Macri fue la reducción de nuevos ingresos a la carrera de investigador científico del Conicet, que pasaron de 754 en 2015 a 385 en 2016 y 450 en 2017. Lo que pretendemos es que los investigadores que no entran al Conicet se inserten en el sistema científico o en empresas nacionales para cumplir la tarea para la cual han sido preparados, ha manifestado Barañao, quien adujo que en años anteriores "el Conicet venía creciendo a un ritmo acelerado para corregir el envejecimiento de la pirámide" y que la cifra de 400 investigadores por año era "totalmente razonable".

Uno de los grandes orgullos de la gestión de Lino Barañao en el MinCyT es el Programa RAICES (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior), que comenzó en 2003 y se convirtió en "política de Estado" a partir de la sanción por parte del Congreso de la Ley 26.421, en noviembre de 2008. El objetivo ha sido desarrollar políticas de vinculación entre científicos locales e investigadores argentinos residentes en el exterior, así como acciones destinadas a promover la permanencia de investigadores en el país y el retorno de aquellos compatriotas interesados en desarrollar sus actividades en la Argentina. Hasta la fecha, han sido repatriados más de 1320 científicos, y el MinCyT cuenta con una base de datos de más de 4500 investigadores y tecnólogos registrados.

El citado Plan Argentina Innovadora 2020, lanzado hace cinco años, enunció dos objetivos ambiciosos: alcanzar una inversión en I+D equivalente al 1,01 % del PBI y contar con 4,6 investigadores y becarios por cada 1000 integrantes de la PEA. En la presentación de aquel programa, el ministro Barañao planteó la necesidad de "incorporar valor a las exportaciones" mediante la "incorporación de conocimiento". En clave estratégica, el Plan 2020 remarcaba que "el país debe continuar fortaleciendo sus capacidades científico-tecnológicas y de innovación para mejorar su perfil productivo y de inserción en la economía global y lograr, simultáneamente, que el progreso en esos ámbitos apuntale la inclusión social y la sostenibilidad ambiental".

Los lineamientos del "Plan Barañao"

Lanzado en 2013, el Plan Argentina Innovadora 2020 –también conocido como "Plan Barañao"– estableció cuatro líneas guía. La primera de ellas apunta al viraje hacia "políticas diferenciadas y focalizadas". En ese sentido, afirma: "La idea de llevar adelante políticas más selectivas tiene también otra dimensión, la de la focalización, que implica la identificación de áreas temáticas de alto valor estratégico como blanco prioritario de las políticas de promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación". Desde el MinCyT aclaran que no se trata de "elegir ganadores", sino de definir "un perfil de especialización productiva".

Un segundo punto especificado en el programa es el énfasis puesto en "la construcción de soluciones tecnológicas que contribuyan a dar respuesta a las necesidades de desarrollo integral y al bienestar" de la ciudadanía. Un tercer rasgo es "la creciente relevancia asignada a la innovación en red", de manera de articular una mayor conexión entre empresas, agencias públicas, universidades y centros de investigación. "La característica que distingue las articulaciones público-privadas es su funcionamiento como ámbitos de combinación, coordinación y síntesis de conocimientos y recursos parciales y complementarios, provenientes de distintas fuentes disciplinarias y campos de actividad", remarca el MinCyT en su plan.

El último aspecto mencionado en el programa es "el reconocimiento de que las actividades de ciencia, tecnología e innovación pueden y deben contribuir a un mejoramiento de las condiciones de desarrollo e inclusión social". Al respecto, se hace referencia a la "posibilidad de trascender el tradicional esquema lineal de desarrollo científico-tecnológico, que va desde la investigación básica hasta la aplicada" y considerar que existen "distintos desarrollos en la frontera del conocimiento que encuentran una utilización casi inmediata en la remediación de distintas necesidades sociales".

En concreto, al identificar las prioridades de las políticas de ciencia y tecnología, el plan se refiere a las "oportunidades de intervención en entornos territoriales específicos a partir de la articulación de tecnologías de propósito general con sectores productivos de bienes y servicios". Con esa premisa, se explicitan 34 núcleos socio-productivos estratégicos (NSPE), distribuidos en distintos puntos del país y agrupados en seis grandes sectores: la agroindustria, el ambiente y desarrollo sustentable, el desarrollo social, la energía, la industria y la salud.

En el ámbito de la agroindustria, el objetivo es agregar más valor en origen y generar una mayor cantidad de puestos de trabajo. Para lograrlo, el MinCyT pone énfasis en las nuevas oportunidades generadas por la biotecnología, las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), y la nanotecnología para transformar la actividad agropecuaria argentina. "La innovación y el conocimiento permiten superar falsos dilemas, y generan las condiciones para desarrollar esquemas productivos más diversificados y sustentables, alentar la oferta de servicios especializados y densificar la red de proveedores", se afirma en el Plan.

En concreto, entre los ejes a desarrollar, se mencionan los siguientes: el mejoramiento genético de cultivos, el valor agregado aportado por el procesamiento de los alimentos, el procesamiento primario y secundario de la biomasa para obtener productos industriales en un marco de eficiencia energética, el fortalecimiento tecnológico de la producción local de maquinaria agrícola, el desarrollo de conocimiento y tecnología para el control de plagas, el agregado de valor a la producción animal tradicional, el desarrollo de sustitutos locales a la carne vacuna, la producción y el procesamiento de productos forestales y el aumento del conocimiento de nuestros recursos marinos para su explotación sustentable.

Otro de los grandes ejes del Plan Argentina Innovadora 2020 es la preservación y utilización racional de los abundantes recursos naturales con que cuenta nuestro territorio. Se cita, por un lado, el desarrollo de sistemas de software nacionales para la generación de datos ambientales y, por otro, la incorporación de tecnologías para la potabilización y el tratamiento de líquidos residuales domésticos, urbanos e industriales. Además, se hace hincapié en la restauración de ambientes degradados, la sustitución de tecnologías para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, la incorporación de desarrollos tecnológicos para el reciclado de residuos, la reducción del impacto negativo de sequías prolongadas o excedentes hídricos, así como la adaptación al cambio climático en ambientes urbanos y, por último, la valorización económica de nuestro ecosistema, que transforma los recursos naturales de simples commodities a royalties.

Energía, recursos naturales e industria

Un sector que también está en el foco del plan es el energético, tanto en lo que se refiere a los fósiles como a la eficiencia en el uso de la electricidad, las redes inteligentes y el alto potencial de las fuentes renovables en nuestro territorio. En ese sentido, se mencionan el aprovechamiento de la energía solar, que permitiría sustituir el consumo de gas en determinados sectores, la generación distribuida y el manejo inteligente de la red eléctrica –las denominadas "redes inteligentes" o smart grids–, las nuevas alternativas de cultivos energéticos y la transición hacia los biocombustibles de segunda generación, el desarrollo de sistemas orientados a la reducción del consumo y a un uso eficiente de la energía eléctrica y tecnologías innovadoras para la extracción de petróleo y gas.

En el plano industrial, una de las prioridades está puesta en la transformación de los recursos naturales en productos industriales de alto valor agregado. En el plan del MinCyT se citan, a modo de ejemplo, el aprovechamiento de los yacimientos de cobre, oro y plata para utilizar estos minerales como soporte de la industria eléctrica y electrónica o la fabricación de baterías a partir del litio que hoy se extrae de los salares de la Puna. Otros tres nichos industriales identificados son el de las autopartes –en particular, los desarrollos posibles a partir de la nanotecnología y los materiales nanocompuestos de menor peso y mejores características mecánicas–, la sustitución de importaciones y el desarrollo local de componentes electrónicos, y la incorporación de equipamiento tecnológico para exámenes y tratamientos médicos.

La salud, un sector con enorme potencial

La Argentina cuenta con una tradición biomédica reconocida internacionalmente y un elevado nivel académico que la coloca en un lugar de privilegio entre los países de similar nivel de desarrollo socioeconómico, advierte el MinCyT en el Plan Argentina Innovadora 2020, que enfatiza que nuestro país está en condiciones de producir avances en materia del cuidado de la salud de su población, garantizando la equidad en el acceso a este derecho, así como lograr una mayor inserción en el mercado mundial.

Entre las áreas identificadas en el programa del MinCyT, figuran las siguientes: el desarrollo de fármacos y anticuerpos monoclonales biosimilares, la producción de kits de diagnóstico, vacunas y tratamiento con foco en enfermedades infecciosas, las tecnologías de diagnóstico temprano de enfermedades crónicas, la medicina regenerativa de órganos y tejidos, la fitomedicina, las aplicaciones nanotecnológicas vinculadas a la salud y las plataformas tecnológicas de apoyo a la investigación.

En lo que respecta al desarrollo social, el acento está puesto en la utilización de tecnologías para la generación de productos y sistemas con fines socioproductivos, el mejoramiento de la calidad de vida de la población a través de mejoras en materia de vivienda y hábitat y la innovación en equipos y dispositivos destinados a personas con diferentes tipos de discapacidad. El concepto que articula estas políticas es el de "innovación inclusiva" y, en ese marco, se inscribe el Programa Consejo de la Demanda de Actores Sociales (Procodas) del MinCyT, con líneas de financiamiento de proyectos tecnológicos vinculados a la economía social, la agricultura familiar, el hábitat y la discapacidad.

Pasar de la subsistencia al desarrollo

Un documento elaborado en octubre del año pasado por el doctor Fernando Stefani, vicerrector del Centro de Investigación en Bionanociencias (CIBION) del Conicet, destaca que a pesar de contar con una comunidad científica amplia y de nivel internacional, la sociedad argentina solo recientemente ha comenzado a abrazar este concepto clave para el desarrollo, lo que ha llevado a la ciencia a un lugar de importancia sin precedentes en la opinión pública. En ese sentido, recuerda que en la última campaña presidencial, por primera vez en nuestra historia, los dos candidatos más competitivos realizaron "promesas superadoras de inversión en ciencia y tecnología". Mientras Daniel Scioli declaró que la llevaría al 1 %, el compromiso de su rival y actual mandatario, Mauricio Macri, fue elevarla al 1,5 %.

Aun considerando los avances de la gestión Barañao, el trabajo de Stefani puntualiza que la Argentina invierte, en valores absolutos, entre 10 y 14 veces menos que los países desarrollados, en tanto que, en términos de PBI, el porcentaje invertido comparado con los países desarrollados es entre cinco y siete veces menor. Al detenerse en el número de investigadores, destaca el crecimiento relativo que nuestro país experimentó en el período 2003-2015; sin embargo, aclara que la Argentina tiene actualmente cuatro veces menos investigadores per cápita que Alemania, siete veces menos que Corea y ocho veces menos que Israel.

Nuestro país necesitaría, entonces, un "cambio de paradigma". La clave es, para Stefani, "pasar de una mera subsistencia del sistema científico-tecnológico a un esquema de desarrollo tecnológico basado en él". En términos de una estrategia de largo plazo, el vicerrector del CIBION señala: "La Argentina cuenta con los recursos necesarios para impulsar una estrategia basada en I+D a niveles comparables a los de los países desarrollados". Sin embargo, añade que para que esa inversión tenga impacto en la economía, se necesita que sea sostenida en el tiempo y que exista un aumento anual de dicha inversión a tasas mayores a las que aplican los países desarrollados para mantener sus posiciones.

La Argentina cuenta con los recursos necesarios para impulsar una estrategia basada en I+D a niveles comparables a los de los países desarrollados
Si se interrumpe un proceso de I+D, no solo se pierden los posibles beneficios futuros, sino que se desperdicia la inversión realizada, afirma Stefani en su trabajo, donde sugiere plantear períodos y objetivos de monitoreo compatibles con los plazos de la actividad científico-tecnológica. Destaca, finalmente, los tres caminos a recorrer para conseguir que la ciencia y la tecnología tengan un impacto económico: la incorporación de tecnologías existentes, el mayor grado posible de desarrollo local –vinculando proactivamente al sistema científico-tecnológico con empresas privadas o estatales– y la producción de innovaciones tecnológicas propias para mantener y aumentar la competitividad.

Fuente: infobae