(Buenos Aires).- En el frente del Hospital Tornú, en Parque Chas, el mensaje es contradictorio. A la derecha, sobre las rejas que rodean el centro médico, hay un letrero del Gobierno de la Ciudad que anuncia una obra. Pero en el centro, justo en la entrada principal, hay un pasacalle que dice: En defensa del Hospital Tornú. No al desamparo y no al vaciamiento.

Fue colgado el 5 de junio pasado, cuando médicos, enfermeros, vecinos y organizaciones de la comuna 15 -con jurisdicción en la zona- le dieron un abrazo simbólico al hospital.

Desde la calle, con el cartel del Gobierno, pareciera que se está trabajando y que la situación no es crítica, pero la realidad es otra, dice Gabriel Rosenstein, especialista en clínica médica y gastroenterología, médico de la guardia y delegado de Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Es miércoles por la mañana, hay siete pacientes esperando y la mayoría de los boxes de atención están ocupados. Rosenstein sigue: La obra fue en la guardia y ya terminó. Iba a llevar 45 días y demoró el triple, y dejó cuestiones básicas sin resolver. Somos un hospital con faltante de camas y problemas estructurales.

La renovación de la guardia incluyó equipamiento nuevo y la modernización de un sistema de recepción de pacientes, entre otros cambios, pero todavía no pasó un año y a los carteles de la entrada ya se les cayeron letras, ninguna cama tiene barandas y faltan tensiómetros de pared en todos los boxes. Esas falencias, junto a varias más, fueron notificadas a la ministra de salud porteña Ana María Bou Pérez.

Por estos días el problema mayor es el agua. Empezó a faltar en verano y a principio de mes se agudizó la ausencia. La guardia y dos pabellones -uno de clínica médica y otro de neumonología- se quedaron sin suministro. Durante días, camiones de AySA entraron al predio y llenaron los tanques de esos sectores para mantener la atención. Por la imposibilidad de lavarse las manos, en un centro médico especializado en enfermedades respiratorias y tuberculosis, los médicos de la guardia no recibieron pacientes ambulatorios, sí a los que llegaron en ambulancia.

Los parches se volvieron norma. Y por ahora, mientras buscan los caños maestros de agua, hay un bypass armado con mangueras, se queja Rosenstein. Usa esa metáfora médica para describir los hilos de caño negro que salen del piso, suben por las paredes de los pabellones y terminan en lo alto, donde están los tanques. La imagen es similar a la de una conexión doméstica, improvisada.
El director del hospital, Luis Castañiza, no elude la situación: “El agua es un problema incuestionable que genera, con razón, malestar. El hospital tiene caños muy antiguos que empezaron a taparse. A partir de esta situación, logramos que el Ministerio de Salud porteño trace un proyecto de renovación de la red hídrica”.

El hospital depende de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene 113 años: fue creado el 8 de octubre de 1904. Su primer director propuso bautizarlo con el nombre de Enrique Tornú, para honrar a quien fue un pionero en la investigación de tratamientos climatológicos para la tuberculosis. Los pabellones inmensos, de 2.500 metros cuadrados cada uno, se armaron de este a oeste para que les diera la mayor cantidad de sol. Entonces se creía que la aeroterapia era curativa.

En 1987 pasó de ser hospital de tuberculosis a uno general. Hoy el 80% de los pacientes es de Capital y, dentro de esa proporción, casi el 90% son vecinos de Parque Chas.

Si bien hubo modificaciones dentro de los pabellones, aún se percibe una concepción edilicia del siglo pasado, cuando las salas eran muy amplias y las camas estaban en hilera. “No tenemos habitaciones de aislamiento, a las que por ejemplo irían pacientes con tuberculosis o inmunodeprimidos. Las paredes que se levantaron en el último tiempo no llegan hasta arriba, como deberían, y eso impide que las utilicemos para aislar”, agrega Rosenstein.

Además hasta la semana pasada había dos salas cerradas. Una fue reabierta el martes. La otra lleva seis años así. Detrás de sus puertas, se acumulan camillas y mobiliario que se adquirió durante el cierre del Edificio del Plata. El objetivo del director del hospital es convertir ese espacio en una sala integral de neumonología. Es una obra de bajo costo y alto impacto sanitario, le transmitió a la ministra de Salud.

Pero mientras tanto, los problemas siguen. Como médico de guardia, Rosenstein puede enumerarlos: Las salas fuera de servicio y la falta de camas hacen que la guardia se sobrecargue muy rápido. Así terminamos internando a pacientes en boxes o poniéndoles un respirador en la camilla. La situación es complicada y tiene que cambiar.

Fuente: Clarín