(Madrid).- La sepsis es la principal causa de muerte evitable en el mundo desarrollado. Consiste en la reacción anómala e intensa del organismo frente a una infección causada por bacterias u otros microorganismos, que puede derivar en una disfunción de los órganos vitales.

Su alta tasa de mortalidad, que alcanza el 30 - 40 por ciento, pone de manifiesto lo esencial de un diagnóstico temprano. La rapidez de actuación es un factor vital, puesto que cada hora extra que se tarda en administrar el antibiótico eleva las posibilidades de mortalidad un 7,6 por ciento.

Reconocer los síntomas

Los síntomas pueden confundirse fácilmente con los de una infección convencional, pero ante la sospecha, es necesario permanecer alerta y acudir al hospital. Debemos prestar atención si el paciente presenta dificultad para respirar, si se altera su nivel de conciencia y dice incoherencias o si registra cambios en la frecuencia cardíaca o respiratoria, tiene náuseas, vómitos, escalofríos, tensión baja, fiebre, somnolencia, diarreas y debilidad generalizada.

Aunque se trata de una afección que se da principalmente en personas de edad avanzada, con un sistema inmunológico debilitado o en pacientes que ya se están tratando para otra enfermedad, como cáncer y diabetes, también puede afectar a niños y personas jóvenes. Los desencadenantes más comunes son infección en las vías respiratorias, infección intestinal o infección en el tracto urinario.

La incidencia de la sepsis se está incrementando en nuestro país, debido en gran parte, al envejecimiento poblacional. Un mayor número de pacientes crónicos eleva la cifra de población en riesgo de desarrollar una sepsis.

La importancia del código sepsis

Al igual que ante otros eventos críticos, en los que la celeridad al reaccionar es fundamental, como son infarto e ictus, la sepsis también tiene su protocolo de actuación, conocido como código sepsis. Esto supone que el abordaje de la sepsis requiere el trabajo en equipo de un grupo multidisciplinar de profesionales que abarca: cuidados intensivos, enfermedades infecciosas, urgencias, cirujanos, oncólogos, hematólogos, urólogos, nefrólogos, internistas, enfermeros, farmacéuticos y médicos de familia. La buena coordinación entre todos los profesionales implicados favorecerá un mejor pronóstico para el paciente afectado.

Fuente: Gaceta Médica