(Madrid).- La pandemia de la obesidad se ha convertido en un problema de salud pública mundial que incrementa el riesgo de otras enfermedades como las cardiovasculares, las cerebrovascularesdiabetes tipo 2 determinados tipos de cáncer.

Las recomendaciones generales para paliar esta situación se basan, principalmente, en dos directrices: comer menos cantidades y ser menos sedentarios. Es decir, como señalan las Pautas Dietéticas de EE.UU. 2020 – 2025, la pérdida de peso «requiere que los adultos reduzcan la cantidad de calorías que obtienen de los alimentos y bebidas y aumenten la cantidad gastada a través de la actividad física».

Este enfoque para el control del peso se basa en el modelo centenario de equilibrio energético que establece que el aumento de peso se debe a un mayor consumo que gasto energético.

En el mundo actual, rodeado de alimentos procesados baratos, muy apetitosos y al alcance de cualquiera, es fácil que las personas consuman más calorías de las que necesitan, un desequilibrio que se ve agravado por el estilo de vida sedentario actual. Es decir, comer en exceso, junto con una actividad física insuficiente, está impulsando la epidemia de obesidad.

Y, a pesar de décadas de mensajes de salud pública que exhortan a las personas a comer menos y hacer más ejercicio, las tasas de obesidad y enfermedades relacionadas con la obesidad han aumentado constantemente.

Pero los autores del informe «El modelo carbohidrato-insulina: una perspectiva fisiológica sobre la pandemia de obesidad», que se publica hoy «The American Journal of Clinical Nutrition», muestra errores fundamentales en el modelo de balance energético.

Argumentan que un modelo alternativo, el modelo carbohidrato-insulina, explica mejor la obesidad y el aumento de peso. Además, muestra el camino hacia estrategias de control de peso más efectivas y duraderas.

Según el autor principal, David Ludwig, del Hospital Infantil de Boston y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard (EE.UU.), el modelo de balance energético no ayuda a comprender las causas biológicas del aumento de peso: «Por ejemplo, durante un período de crecimiento acelerado, los adolescentes incrementan su consumo de alimentos en 1.000 calorías al día. Pero, ¿comer en exceso causa el estirón o el estirón hace que el adolescente tenga hambre y coma en exceso?».

En contraste con el modelo de balance energético, el propuesto por Ludwig concluye: «comer en exceso no es la principal causa de la obesidad».

En cambio, el modelo carbohidrato-insulina atribuye gran parte de la culpa de la actual epidemia de obesidad a los patrones dietéticos modernos caracterizados por el consumo excesivo de alimentos con una alta carga glucémica: en concreto, carbohidratos procesados y de rápida digestión. Estos alimentos, dice el investigador, provocan respuestas hormonales que alteran fundamentalmente nuestro metabolismo, impulsando el almacenamiento de grasa, el aumento de peso y la obesidad.

Cuando comemos carbohidratos ultra procesados, nuestro cuerpo aumenta la secreción de insulina y suprime la de glucagón. Esto, a su vez, hace que las células grasas almacenen más calorías, dejando menos calorías disponibles para alimentar los músculos y otros tejidos metabólicamente activos.

Pero nuestro cerebro percibe que el cuerpo no recibe suficiente energía, lo que, a su vez, conduce a una sensación de hambre. Dedebemos considerar no solo cuánto comemos, sino también cómo los alimentos que comemos afectan nuestras hormonas y metabolismo Además, el metabolismo puede ralentizarse en el intento del cuerpo por conservar combustible. Por lo tanto, tendemos a permanecer hambrientos, incluso si seguimos aumentando el exceso de grasa.

Para comprender la epidemia de obesidad, dice Ludwig, «debemos considerar no solo cuánto comemos, sino también cómo los alimentos que comemos afectan nuestras hormonas y metabolismo».

Con la afirmación de que todas las calorías son iguales para el cuerpo, el modelo de equilibrio energético pasa por alto esta pieza fundamental del rompecabezas.

Si bien el modelo carbohidrato-insulina no es nuevo (sus orígenes se remontan a principios de la década de 1900), el informe del «The American Journal of Clinical Nutrition» es la presentación más completa de dicho modelo hasta la fecha, escrita por un equipo de 17 científicos, investigadores clínicos y expertos en salud pública.

Los investigadores han resumido las evidencias existentes que apoyan el modelo carbohidrato-insulina. Además, los autores han identificado una serie de hipótesis comprobables que distinguen los dos modelos para orientar la investigación futura. En su opinión, la adopción del modelo carbohidrato-insulina sobre el modelo de balance energético tiene implicaciones radicales para el control del peso y el tratamiento de la obesidad.

Por ello, escriben, en lugar de instar a las personas a comer menos, una estrategia que generalmente no funciona a largo plazo, el modelo carbohidrato-insulina sugiere otro camino que se centra más en lo que comemos.

Según Ludwig, «reducir el consumo de los carbohidratos de rápida digestión que inundaron el suministro de alimentos durante la era de la dieta baja en grasas disminuye el impulso subyacente de almacenar grasa corporal. Como resultado, las personas pueden perder peso con menos hambre y sufrimiento».

Los autores reconocen que se necesita más investigación para probar de manera concluyente ambos modelos y, quizás, para generar otros nuevos que se ajusten mejor a la evidencia. Con este fin, piden un discurso constructivo y «colaboraciones entre científicos con diversos puntos de vista para probar las predicciones en una investigación rigurosa e imparcial».

Fuente: ABC Salud