(Buenos Aires).- El problema a resolver era la presencia de una proteína protectora con la que cuentan los tumores para garantizar su crecimiento. La solución, bloquear su producción para que las células cancerosas puedan ser atacadas.

¿El desafío? Llegar hasta el lugar de los hechos. Científicos del Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM, CONICET-UNLP) en colaboración con el Instituto de Investigaciones Biomédicas (INBIOMED, CONICET-UBA) lograron hacerlo con ayuda de un virus de insectos que les sirvió como vehículo hacia el interior del tumor. El trabajo fue recientemente publicado en la revista Apoptosis.

Humanina es el nombre de la proteína que, entre otras funciones, impide el mecanismo natural de muerte celular programada llamada apoptosis, por el cual una célula infectada por un virus, por ejemplo, planifica el cese de sus funciones vitales para salvar al resto del organismo. Sería una suerte de “suicidio”, muy útil en el caso de las cancerosas porque evitaría su multiplicación y propagación. Pero resulta que desde hace tiempo la ciencia ha observado que en ciertos tipos de tumores la presencia de esta proteína se ve aumentada, precisamente para proteger a las células enfermas de esa autodestrucción y permitir que sigan creciendo.

Uno de esos casos es el de hipófisis o glándula pituitaria, ubicada en la base del cráneo y encargada de controlar procesos vitales básicos como el metabolismo, el crecimiento, la maduración sexual, y otros. “Observamos que las células tumorales estaban protegidas de la apoptosis gracias a una producción exagerada de Humanina que las hacía resistentes a las terapias”, cuenta Matías Pidre, becario posdoctoral del CONICET en el IBBM y uno de los autores del trabajo, y continúa: “Sabíamos que teníamos que eliminarla, y la manera de hacerlo era interferir en su producción. Lo complicado era llegar hasta el núcleo de las células para desactivarla”. Entonces pensaron en probar con un virus como el vehículo perfecto.

“A través de su evolución, los virus han aprendido a introducir su propio material genético en las células, y son muy eficientes: se asocian a una de ellas y empiezan a replicarse. Lo que sucede es que, al hacerlo, infectan y enferman, y ahí aparecía un obstáculo. El truco fue elegir bien al indicado”, resume Víctor Romanowski, investigador superior jubilado del CONICET y vicedirector del IBBM. La mejor alternativa aparecía de la mano de los baculovirus, un grupo que afecta específicamente a insectos, y que resulta inofensivo para mamíferos.

Básicamente, el microorganismo les sirvió como el vector adecuado para lo que necesitaban: los científicos diseñaron un gen artificial que insertaron en el genoma del virus con información que, al ser leída por la maquinaria celular, inhibiría la producción de Humanina. “Lo que implementamos fue un sistema ya conocido desde hace más de una década que se llama ‘silenciamiento postranscripcional de genes’. Aquí lo novedoso fue colar la orden de bloqueo de la proteína, oculta dentro del virus”, señala.

Los científicos realizaron ensayos in vitro y con animales y obtuvieron resultados exitosos echando mano a la estrategia del caballo de Troya, en alusión al mito de la antigua Grecia: nada menos que una sobrevida del 80 por ciento en los ratones que fueron tratados con el virus en comparación con los que no. “Ahora estamos probando lo mismo con otro tipo de tumores que representan una preocupación mayor para la salud pública, como de mama, ovarios y cerebro, en los que también se da esta sobreproducción de la proteína. A futuro, la idea es combinar este método con una terapia convencional, como quimioterapia, por ejemplo, para hacer a las células cancerosas más vulnerables a los fármacos”, se entusiasma Pidre.

Fuente: CONICET