(Madrid).- Rosa Noguera, catedrática del Departamento de Patología de la Universitat de València e integrante del Grupo de Investigación Translacional de Tumores Sólidos Pediátricos de INCLIVA (España), es la autora principal de un estudio publicado en la revista Histology and Histopathology que podría abrir paso a nuevos tratamientos personalizados para el neuroblastoma, el tipo de cáncer infantil más frecuente. Los resultados se centran en los glucosaminoglucanos, un tipo de azúcares que se encuentran en la matriz extracelular y cuya presencia es más baja en los tumores con peor pronóstico.

Los datos obtenidos por Rosa Noguera permiten plantear nuevos tratamientos para algunos neuroblastomas agresivos consistentes en equilibrar la presencia de este componente a través de la inducción de su síntesis por nanotecnología o restaurando el gen B3GALT6, vinculado a su producción.

El estudio de los glucosaminoglucanos se había realizado en otros tumores, como por ejemplo el melanoma, y es la primera vez que se utiliza en el neuroblastoma. “En esta investigación hemos definido el patrón o la cantidad de este azúcar en tumores neuroblásticos agresivos y no agresivos, y hemos visto que en los segundos hay un aumento de esta sustancia”, ha indicado la investigadora de INCLIVA y de la Universitat de València.

Para realizar este patrón se ha utilizado el análisis de imagen digital microscópica y cuantificado elementos de la matriz extracelular. “Gracias a estos patrones se puede intentar reproducir el patrón poco agresivo en tumores con mayor agresividad. Si no podemos eliminar el cáncer totalmente, podemos convertirlo en una enfermedad crónica intentando que el tejido celular de los tumores más graves se asemeje al de los tumores menos agresivos para que el paciente responda de manera positiva a la terapia”, concluye la doctora.

Como ocurre con la mayoría de los tumores pediátricos, los neuroblastomas son considerados tumores del desarrollo. Solo aparecen en la infancia, siendo los tumores sólidos más frecuentes en el primer año de vida y los terceros más comunes en época infantil. En el caso de los adultos, prácticamente no existen. Son un tipo de tumor que no se puede prevenir y por ello las investigaciones buscan mejorar los tratamientos y terapias. Al ser un tipo de tumores amplio, la personalización es clave, sobre todo en los casos más agresivos.

“En pacientes con bajo riesgo, las terapias actuales funcionan bien y estamos teniendo buenos resultados, con tasas de supervivencia altas. Avances como los de este estudio se orientan a casos de alto riesgo, con tumores de agresividad extrema o metástasis. En este caso concreto, hemos detectado que en los neuroblastomas más agresivos los glucosaminoglucanos son escasos y eso nos da pie a buscar terapias basadas en su aumento”, ha indicado Rosa Noguera.

Hasta ahora no se daba demasiada importancia al espacio y componentes que había entre las células. Sin embargo, existen evidencias de que este entorno está íntimamente relacionado con su matriz nuclear y citoplásmica. En la matriz extracelular hay múltiples elementos y entre ellos están los glucosaminoglucanos, el tipo de azúcares analizado por Rosa Noguera. “Observamos que cuando estos azúcares disminuyen, existe una mayor agresividad en el tumor. Además, la carencia de glucosaminoglucanos se asocia con un defecto genético, concretamente con una delección del cromosoma 1, que es donde está el gen que codifica una enzima que interviene en la síntesis de esta sustancia”.

La investigación de Rosa Noguera se enmarca dentro de un proyecto más amplio y que incluye otros dirigidos a conocer los distintos elementos que forman parte de la matriz extracelular: “Estas sustancias serían las fibras de reticulina, las fibras de colágeno, los vasos sanguíneos y los vasos linfáticos”, indica. Según las investigaciones, cada vez hay más pruebas de que la rigidez de la matriz extracelular se relaciona con la agresividad de la célula. Si la célula tumoral es más blanda y el exterior es más duro, la metástasis es más probable y hay más posibilidades de que la enfermedad progrese.

Fuente: U. València