(Buenos Aires).- El VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana, o HIV en sus siglas en inglés) es un virus que infecta las células de defensa del organismo, destruyéndolas progresivamente y provocando lo que se conoce como síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Desde el inicio de la epidemia, el VIH fue contraído por más casi 60 millones de personas y ha producido más de 25 millones muertes por SIDA, según datos recabados por ONUSIDA -constituido por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas-. En la Argentina se estima que el VIH afecta a 126 mil personas, según datos del ex Ministerio de Salud de la Nación, actual Secretaría.

El investigador del CONICET Juan Pablo Jaworski, en el Instituto de Virología e Innovaciones Tecnológicas (IVIT, INTA-CONICET), publicó recientemente en la revista The Lancet HIV junto a Pedro Cahn, director de la Fundación Huésped, un trabajo donde recopilan los últimos avances relacionados con la inmunoterapia en VIH; en el mismo, describen las ventajas y limitaciones de esta alternativa terapéutica que aseguran podría cambiar radicalmente el paradigma actual del tratamiento y profilaxis en HIV.

La epidemia del SIDA comenzó en la década del ’80 cuando se detectaron los primeros casos de inmunosupresión asociados a la infección con el VIH. Posteriormente, este virus comenzó a diseminarse rápidamente en toda la población produciendo la pandemia conocida por todos.

El VIH causa una enfermedad progresiva y letal, provocada por el cuadro de inmunodeficiencia y la aparición de diversas enfermedades secundarias. Sin embargo, gracias al desarrollo de terapias con drogas antirretrovirales, la enfermedad puede ser controlada, y los pacientes pueden aspirar a una buena calidad de vida.

A pesar de estos logros, los científicos de todo el mundo, trabajan constantemente para lograr mejoras en estas terapias, y alcanzar el objetivo primario de desarrollar una vacuna que sea capaz de prevenir la infección con las distintas variantes del virus.

Una de las terapias que actualmente despertó el interés de la comunidad científica, por su eficacia, es la utilización de los anticuerpos monoclonales contra el VIH. En este sentido, la publicación de los doctores Jaworski y Cahn abarcó distintos aspectos de las investigaciones y pruebas clínicas basadas en la utilización de estos anticuerpos en pacientes infectados con VIH hasta el momento.

La respuesta natural del sistema inmune

El VIH se encuentra recubierto por una envoltura lipídica y unas proteínas de superficie -la proteína de envoltura o Env-. Esta proteína interacciona con los receptores presentes en la superficie de las células blanco, de igual forma que una llave lo hace con una cerradura, y le permiten al virus ingresar a una nueva célula blanco para continuar con su ciclo vital, explica Jaworski.

Por su parte, los anticuerpos producidos por el sistema inmune de la persona infectada con VIH tienen la capacidad de unirse a esta proteína Env, impidiendo la interacción de esta proteína con su receptor, y evitando así la infección de la célula blanco. Sin embargo, explica el científico, una de las particularidades del VIH es que muta o cambia muy rápido; así, en el momento en el que el sistema inmune ha desarrollado anticuerpos capaces de bloquear al virus, el virus presente en el organismo ya es diferente. De esta forma, el VIH siempre se e encuentra un paso adelante de la respuesta inmunológica, y esta última nunca llega a bloquear a la variante viral que se encuentra en el organismo en un determinado momento.

Anticuerpos monoclonales

La pregunta que se hicieron entonces los investigadores fue: ¿Qué ocurriría si contáramos con este tipo de anticuerpos en el laboratorio, y tuviésemos la posibilidad de administrar estos anticuerpos de amplio espectro neutralizante, a animales de experimentación, antes de enfrentarlos con el virus?

Lo que observamos en el laboratorio, es que hay algunos anticuerpos que son capaces de bloquear un gran número de variantes circulantes del VIH (más del 80% e incluso más del 90%). Cuando administramos estos anticuerpos a los animales de experimentación y posteriormente los expusimos al virus, vimos que los animales no contraían la infección. En experimentos subsecuentes, también observamos que si administrábamos los anticuerpos a animales que habían sido previamente infectados con el virus, los animales que habían recibido los anticuerpos podían controlar la infección rápidamente y desarrollar mejores respuestas inmunes.

En estas experiencias se utilizaron primates, ya que constituyen un modelo muy cercano a los humanos; asimismo, tuvimos que utilizar un virus distinto al VIH. Se trata de la variante simiana del VIH, el SIV (de sus siglas en ingles). Para realizar estos estudios se generó una quimera -mezcla- entre los virus VIH y SIV, donde, se combinó la proteína Env de VIH con el SIV. “Desde su concepción, esta idea llevó décadas de investigación básica; en este sentido, el equipo que desarrolló esta herramienta planteó el inicio de lo que hoy se ha traducido en una alternativa para el tratamiento del VIH/ SIDA en humanos, asegura el científico. Los anticuerpos anti-VIH, explica en la publicación, no solo bloquean la infección con el virus, sino que además, controlan la carga viral, estimulan la respuesta inmune y eliminan las células persistentemente infectadas con el virus.

La derivación de estas investigaciones en una serie de ensayos clínicos, han mostrado que los anticuerpos monoclonales contra VIH, son capaces de reducir la carga viral en pacientes infectados con el virus; sin embargo, explican, para que las terapias sean exitosas, es necesario combinar dos o más anticuerpos, ya que en la lucha del virus por perpetuarse, surgen variantes virales resistentes a la terapia con un solo anticuerpo. Algo similar a lo que se observa en los tratamientos con drogas antirretrovirales.

En este sentido, cuenta Jaworski, dos estudios recientes realizados por el grupo del Dr. Nussenzweig (Rockefeller University, de Estados Unidos), demostraron que la administración conjunta de dos anticuerpos monoclonales, controló la carga viral en pacientes infectados con VIH por varios meses, y evitó la aparición de cepas resistentes.

Si bien estos últimos resultados deben ser confirmados en un número mayor de pacientes, los mismos tendrían un impacto considerable en el tratamiento de VIH, ya que permitirían simplificar los protocolos de terapia actuales, favorecer la adherencia al tratamiento, reducir la toxicidad asociada a algunas drogas antirretrovirales. Por otra parte la administración conjunta de anticuerpos con drogas antirretrovirales podría aumentar significativamente la eficacia en el control de la infección por VIH, concluye.

Fuente. CONICET