Buscan identificar esta enfermedad de transmisión sexual sin la intervención de laboratorios de alta complejidad y personal altamente especializado,  ¿Cómo hacer para que la salud llegue a todos lados? Parece una utopía pensarlo, decirlo o imaginarlo. Pero hay quienes se ocupan que de a poco eso empiece a hacerse realidad. Este es el caso del proyecto D3 POC, creado en la Universidad de Quilmes, que busca detectar clamidia, una enfermedad de transmisión sexual que afecta a personas de todas las edades.

En el último estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizado en 2018 se reportaron 127 millones de nuevos casos. Por lo tanto, el sistema que están desarrollando para la detección de esta bacteria llamada Chlamydia Trachomatis es de importancia mundial. Muchos de los infectados con este patógeno se encuentran en América por lo que es de suma importancia para nuestra región.

El proyecto surgió por la necesidad de democratizar la salud. Cómo podíamos hacer para que la salud llegue a todas partes de forma rápida, sencilla, barata y que sea eficaz, sin la necesidad de enviar muestras a un laboratorio especializado en diagnóstico, porque muchos lugares no tienen acceso, explica  Julián Bergier, el licenciado en biotecnología y desarrollador del proyecto.

Para lograrlo, comenzó junto a su equipo con esta plataforma de diagnóstico que identifica diferentes patógenos (microorganismo capaz de producir enfermedad). Lo que hace es detectar ADN. Y el ADN es específico de cada patógeno. Entonces nosotros vemos cuáles son las diferencias que tiene el ADN de cada uno, para poder detectarlo, describe Bergier sobre la plataforma.

Lo que nos gustaría es que esto pueda ser utilizado para que sea un beneficio para la gente. Que pueda servir a toda persona. En este caso, ellos lo tienen configurado para detectar clamidia. Lo que buscan es optimizar el tiempo y los recursos. Lo que tradicionalmente hacen los médicos es tomar una muestra, enviarla al laboratorio y esperar, a veces una semana o más, hasta tener el resultado y que el paciente regrese para saber si tiene la enfermedad. Para que, luego de esa espera, si efectivamente tiene la bacteria, comenzar con el tratamiento.

Eso en el mejor de los casos, si estás en una gran ciudad, si estás en una región de frontera, donde el acceso a la salud es más complicado, tarda muchísimo más. Y esta enfermedad puede ser mayormente distribuida si el paciente no es tratado, explica el licenciado.

Por el contrario, este proyecto acorta todo este proceso. Con su desarrollo buscan que el médico o un centro de salud primario pueda diagnosticar al paciente directamente. ¿Cómo? Toma la muestra, se introduce en un dispositivo electrónico llamado D3 (DNA Diagnostic Device) y aproximadamente una hora, después, mediante una aplicación del celular que se conecta por bluetooth al dispositivo, se obtiene el resultado positivo o negativo.

Con el resultado, la persona puede empezar el tratamiento en ese momento. Esto ahorra mucho tiempo y también “muchísimo dinero”, ya que no se necesita “personal altamente calificado”, ni envío de muestra en condiciones específicas de temperatura para hacer el diagnóstico.

El desarrollo se encuentra en la etapa de validación clínica. Ya se analizó un panel de muestras y obtuvieron el mismo resultado que con la tecnología de referencia que se utiliza cotidianamente, tecnología que es “ampliamente más costosa” y se realiza en laboratorios especializados. Las mismas muestras que dieron positivas o negativas para esa tecnología también fueron positivas para la tecnología del sistema D3 POC. Por lo que tuvieron un 100 por ciento de concordancia.

El proyecto surge a partir de la tesis doctoral que está realizando con beca del Conicet en el laboratorio de ingeniería genética de la Universidad Nacional de Quilmes, el licenciado en biotecnología Julián Bergier, junto con su director Marcos Bilen, también biotecnólogo, orientado en genética molecular. Además, en el equipo se encuentran Daniel Ghiringhelli, co-director; Nicolás Marchetta y Carlos Corthey, del laboratorio LEBYM y Cristina Borio, quien colabora con la producción de enzimas.

Lo que nos gustaría es que esto pueda ser utilizado para que sea un beneficio para la gente. Que pueda servir a toda persona, concluye el licenciado Bergier.

Fuente: Con BIENestar