(Posadas).- El 16 de octubre de cada año celebramos el Día Mundial de la Alimentación para recordar el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 1945. Más de 150 países de todo el mundo organizan eventos en el Día Mundial de la Alimentación para correr la voz de lo importante que es que todos se unan a la lucha contra el hambre y que nos aseguremos de que todo el mundo tenga suficientes alimentos para llevar una vida activa y saludable.

El lema del Día Mundial de la Alimentación 2019 es “Una alimentación Sana para un Mundo Hambre Cero”. Con el mismo se trata de concientizar a la población mundial sobre la necesidad de actuar ante las problemáticas alimentarias para reducir el hambre y las enfermedades con diferentes acciones en conjunto para obtener más y mejores alimentos.

Como sociedad podemos actuar desde distintos lugares para contribuir a este objetivo, que, si bien parece ambicioso y difícil de llevar a cabo, hay múltiples estrategias que, de ser puestas en marcha, podrían alcanzar grandes logros en cuanto a la nutrición de todos.

La FAO proporciona datos y cifras claves sobre la situación actual del problema del hambre, datos que merece la pena tener en cuenta. 821 millones de personas padecen hambre en el mundo, sin embargo, se producen suficientes alimentos para que nadie pase hambre. Un 70% de las personas que viven en condiciones de pobreza extrema viven en áreas rurales y la mayoría depende de la agricultura. El 45% de las muertes infantiles se relacionan con la desnutrición y 151 millones de niños menores de cinco años tienen retraso del crecimiento por falta de nutrientes.

El Hambre Cero significa que todo el mundo trabaje para garantizar que todas las personas y, en todas partes del mundo, tengan acceso a los alimentos seguros, saludables y nutritivos que necesitan. Cada uno, desde su lugar puede aportar de acuerdo a sus posibilidades, como, por ejemplo:

No tiremos comida: Si tenemos sobras, se pueden congelar o usarlas como ingrediente para otra comida. Aprender a cuantificar las porciones de la familia para cocinar lo necesario. Es importante reciclar alimentos en preparaciones como ensaladas, tartas, guisos, torrejas, budines, sopas, salpicones, etc.

Producir más, con menos: más allá de la producción agrícola a gran escala, cada familia que disponga de un espacio de tierra puede cultivar hortalizas y frutas regionales que son muy nutritivas. Es importante, además, apoyar la producción local, que nos brinda productos más frescos al menor costo (ferias francas y mercado concentrador). En Misiones tenemos una tierra que produce muchos alimentos y debemos aprovechar cada espacio.

Adoptar una alimentación mas saludable y sostenible: es importante que aceptemos que se puede comer saludablemente sin hacer restricciones y a un costo racional. Es cuestión de organizar la dieta de manera semanal, acudir a la guía de profesionales lo cual significa una inversión en salud, ya que, un plan de alimentación equilibrado es la base de una vida saludable. Muchas veces escuchamos decir que comer sano es caro, pero, si evaluamos los gastos que solemos tener en gaseosas, bebidas alcohólicas, comida chatarra, golosinas y alimentos poco nutritivos, claramente es un tema de prioridades y organización económica familiar.

Algunos datos de Argentina según las últimas Encuestas Nacionales de Nutrición y Salud (ENNyS 2019):

En Argentina los cambios en los patrones de consumo de alimentos siguen la tendencia mundial, y atraviesan a todo el entramado social afectando especialmente a los grupos en situación de mayor vulnerabilidad. La proporción de población que refiere haber consumido diariamente los alimentos recomendados como frutas frescas y verduras, carnes, leche, yogur o quesos, se encuentra por debajo de las recomendaciones de consumo, siendo más marcado en algunos casos como frutas y verduras. Por el contrario, la proporción de la población que refiere consumir diaria o frecuentemente alimentos no recomendados como bebidas azucaradas, productos de pastelería, productos de copetín y golosinas, que poseen alto contenido de azúcar, grasas y sal y bajo valor nutricional, es alarmante.

Los datos confirman consistentemente que el consumo diario de alimentos saludables es significativamente menor en los grupos de niveles educativos bajos y en los de menores ingresos. Por el contrario, los alimentos no recomendados se consumen más frecuentemente en los grupos en situación de mayor vulnerabilidad. Este gradiente socioeconómico se observa tanto en adultos como en niños.

Al comparar poblaciones según su edad, el patrón alimentario de niños y adolescentes es significativamente menos saludable que el de los adultos. Los menores consumen un 40% más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería o productos de copetín y el triple de golosinas respecto de los adultos. Este peor patrón alimentario obedece probablemente a múltiples causas como un marketing dirigido a los niños, y entornos escolares obesogénicos, entre otros.

Lic. Romina Krauss-Nutricionista

Fuente: Misiones Online