(Buenos aires).- La aparición de la nueva pandemia de COVID-19, causada por el virus SARS-CoV-2 (coronavirus), encuentra un agravante en el incremento global y silencioso de enfermedades crónicas como la obesidad y la diabetes tipo 2. En ambas se debilita el sistema inmunitario por lo que las personas afectadas podrían encontrarse dentro de los grupos de riesgo para contraer COVID-19.

La obesidad es una enfermedad crónica que posee una multiplicidad de factores causales. Entre ellos, un exceso de consumo calórico y sedentarismo casi obligado más una diversidad de factores de riesgo emergentes como la deuda de sueño, altos niveles de estrés, un microbiota intestinal alterada, sustancias que alteran las vías hormonales llamadas disruptores hormonales, entre otros.

Esta enfermedad crónica se caracteriza por una inflamación asociada debido a un exceso de tejido adiposo disfuncional. En la Diabesidad como se denomina a la asociación de obesidad y diabetes tipo 2, existe un órgano constituido no solo por células adiposas sino por una amplia gama de células inmunes (neutrófilos, mastocitos, eosinófilos, células T y B).

Las personas afectadas por la obesidad y diabetes poseen alteraciones en la función inmune. Los hallazgos incluyen: disminución de la producción de citokinas (proteínas antiinflamatorias) función alterada de monocitos y linfocitos (glóbulos blancos que integra el sistema de defensa), disfunción de las células killers o asesinas que destruyen células infectadas, función reducida de macrófagos células encargadas de degradar bacterias y virus y una respuesta disminuida a la estimulación antígenos para enfrentar infecciones.

Un reciente informe emitido por el Banco Mundial advierte sobre el aumento exponencial de la obesidad y muestra cómo se está convirtiendo en un problema, no sólo para la salud sino también para el desarrollo económico, sobre todo en países emergentes. Los números son claros: del total de la población mundial, que asciende a 7.500 millones de habitantes, más de 2.000 millones se encuentran afectados por esta enfermedad. Esto representa a más de un cuarto de las personas del planeta.

Las muertes anuales ocasionadas por la obesidad superan los 4 millones, un número que se triplicó desde el año 1975. Esto se debe al efecto causal que la obesidad tiene sobre múltiples trastornos como la diabetes, la hipertensión arterial, ciertos problemas cardíacos, el cáncer, la depresión y la osteoartritis, entre otros. Este incremento en la mortalidad advierte sobre el drástico camino que se está transitando en todo el mundo, que transformará a la obesidad en una bomba de tiempo si no se toman medidas eficaces a corto y mediano plazo.

Durante muchos años se consideró al sobrepeso y la obesidad como problemas que sólo afectaba a países ricos. En la actualidad, renombrados profesionales de la salud indican justamente lo contrario. El informe del Banco Mundial señala que el 70% de los adultos obesos o con sobrepeso viven en países de ingresos medianos o bajos. En paralelo, se registró un aumento del 55% de la incidencia en zonas rurales, desmitificando que es un problema exclusivo de países ricos y de zonas urbanas.

La existencia de múltiples desencadenantes convierte a esta enfermedad en un complejo problema sanitario. La obesidad se convirtió en una de las tres mayores causas de muerte y, según expertos del Banco Mundial, si no se toman medidas responsables, los índices seguirán en aumento. En este contexto, la actividad física es uno de los principales factores determinantes para combatir la problemática. Actualmente, el mal uso de la tecnología está reemplazando el trabajo físico, el deporte y los juegos, lo que contribuye a una vida sedentaria y a la proliferación de hábitos poco saludables.
América Latina comparte números alarmantes: desde 2016 se estima que 6 de cada 10 adultos padecen obesidad, al menos 4 de cada 10 mujeres y más de 3 de cada 10 hombres mayores de 20 años tienen sobrepeso. Datos de la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo , elaborada por el Ministerio de Salud y el INDEC en 2018, indican que 61,6% de los argentinos tiene exceso de peso, 36,2% presenta sobrepeso y 25,4% obesidad.

El Banco Mundial prevé que, en los próximos 15 años, los costos de la obesidad ascenderán a más de 7 billones de dólares para los países en desarrollo. En este sentido, resulta indispensable comprender que se trata de un problema de salud pública que afecta a toda la población.

Por eso, la organización insta a los Gobiernos a tomar medidas rigurosas y actuar rápidamente en un enfoque integrador e intersectorial. Esto incluye la capacitación de personal educativo, modificación de entornos escolares y laborales, incentivos al consumo de alimentos saludables y a la actividad física, la regulación del marketing en alimentos, la educación de educadores, la implementación de huertas urbanas y mercados que acerquen al consumidor y productor, considerar dentro de la curricular educativa la capacitación en alimentos y obesidad, la adopción de un perfil nutricional, el etiquetado frontal simple de alimentos y políticas fiscales que incluyan subsidios asociados a gravámenes.

Recién cuando podamos lograr una verdadera conciencia sobre el valor de adoptar hábitos saludables, potenciados por políticas públicas transformadoras, podremos prevenir el aumento de la obesidad en las próximas generaciones. De lo contrario, nos espera un futuro donde esta problemática tendrá un protagonismo cada vez mayor y alarmante; que atentará, aún más, contra la expectativa de vida, la salud, la calidad de vida de las personas y los sistemas de salud en todo el mundo.

Notas 

[1] Banco Mundial: https://envivo.bancomundial.org/obesidad-es-hora-de-una-accion-mundial
[2] Ministerio de Salud: www.msal.gob.ar/ent/index.php/vigilancia/publicaciones/encuestas-poblacionales
[3] INDEC:
www.indec.gov.ar/ftp/cuadros/publicaciones/enfr_2018_resultados_preliminares.pdf

 

 

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