(Santa Fe).- Soy bioquímica desde hace más de 40 años. Me apasioné por mi profesión el primer día que pisé un hospital. Allí me di cuenta la importancia de nuestra tarea. Los médicos acudían al laboratorio de guardia esperando los resultados para decidir qué hacer con los pacientes que esperaban angustiados en la sala de urgencias.

Cuántas veces escuché a los familiares que se acercaban al laboratorio ansiosos para preguntar por éste o aquel análisis, ya que el médico le había dicho que esperaban los datos para ver qué tratamiento se le iba a implementar.

Toda esta evidencia, mientras fui bioquímica de guardia, fue demostrándome con el tiempo el valor de nuestra profesión; más tarde, al ser jefa de la sección microbiología del Laboratorio Central me fui convenciendo aún más de la virtud de nuestra actividad, de cómo podíamos desde el laboratorio sugerir tratamientos, incorporarnos a los comités de control de la infección y comunicar los datos de la epidemiología del hospital.

Culminé de percibir el alcance y la magnitud del bioquímico cuando me honraron con la jefatura del laboratorio del Hospital Dr. José María Cullen. Cada una de las secciones que lo integran, tiene una relevancia especial.

Debo agradecer a los grandes docentes que me enseñaron la mirada clínica del laboratorio y no dejaron de inculcarme la injerencia que tiene el bioquímico en la colaboración del diagnóstico. Sigo sus enseñanzas y así se las transmito a mis alumnos.

Toda esta actividad enaltece la tarea de un bioquímico; desde el que trabaja en un pequeño laboratorio que tiene contacto con los pacientes diariamente, o el que se desempeña en un centro asistencial colaborando con el médico que atiende con pocos recursos o el que cumple su función en un hospital de alta complejidad.

Hoy nos encontramos frente a una pandemia imprevisible y preocupante.

¿Es consciente la comunidad del alcance de la tarea bioquímica frente a ella?

Los resultados que las autoridades expresan a diario; tantos casos testeados y número de nuevos infectados, son valores que proporcionan laboratorios de referencia; como por ejemplo en Santa Fe, el llamado Laboratorio Central, donde bioquímicos arriesgan su vida investigando la presencia de este nuevo virus. Deben guardar estrictas normas de bioseguridad porque ya se conocen numerosos colegas que se han infectado manipulando muestras en el laboratorio. No solo de coronavirus, sino de otras patologías como tuberculosis multirresistentes.

Es hora de que las autoridades (presidente, ministros, secretarios, etc.) consideren la tarea de esta profesión.

Siempre mencionan a médicos, enfermeras, personal de servicio, etc. que, no niego dejan su vida atendiendo enfermos; pero, no se acuerdan de los bioquímicos, ni de los técnicos ni de los administrativos que trabajan en los laboratorios.

A usted, lector, también le recuerdo ¿cómo supo que era diabético? ¿cómo se enteró que la ictericia que padecía no era una hepatitis sino una obstrucción de colédoco? ¿Cómo le detectaron un hipo o hipertiroidismo? ¿qué guió a su médico, frente a la infección urinaria que padecía, a seleccionar el antibiótico que debía tomar? ¿cómo descubrió que la diarrea de su hijo se debía a un parásito o a una bacteria? ¿cómo conoció que su síndrome febril era dengue o leptospirosis o hantavirus o era una bacteriemia? ¿cómo llegó a confirmar que la meningitis de su hijo era viral o bacteriana? ¿la causa de su alteración de los valores sanguíneos se debía a una deficiencia en algún factor de coagulación o de alguna vitamina? ¿cómo tomó conciencia de que su hijo/a consumía cocaína o marihuana? ¿a usted, embarazada, le consulto, quién le realizó la pesquisa de la bacteria para prevenir que su bebé no adquiriera una infección en el parto que le podría provocar la muerte? ¿a usted joven, cómo se informó que padecía una infección de transmisión sexual (sífilis, HIV, etc.) y no tenía ningún síntoma?

Así se podrían seguir enumerando millones de casos en los que la respuesta del laboratorio ayuda a determinar un diagnóstico.

He leído agradecimientos de pacientes que, luego de dejar la internación, reconocen a médicos, enfermeras (muy bien merecido), a administrativos, aún a empleados de obras sociales y se olvidan de los bioquímicos, eslabón importante en la cadena de la salud.

Es hora de que se reconozca que trabajamos en silencio, en soledad, entre cuatro paredes del laboratorio, que investigamos, que integramos el equipo de salud participando activamente en él y pensando siempre en usted, paciente, objeto de nuestros estudios.

Por eso, vaya mi reflexión en estos momentos de crisis. Se depende absolutamente de datos de laboratorio para seguir la evolución de la infección de Covid-19; de los casos nuevos positivos que aparecen a diario sobre el número de testeados.

Lamenté mucho enterarme que la detección de Covid-19 en las estaciones ferroviarias de CABA es realizada por auxiliares. Estas pruebas detectan anticuerpos IgM e IgG; un profesional bioquímico entiende qué es lo que se determina y conoce si es necesario agregar el hisopado u otro tipo de análisis.

Por favor, valoricen nuestra tarea; aún con la gran disponibilidad actual de tecnología nadie sabe más que un bioquímico las limitaciones de la técnica que aplica, la importancia de la misma y la interpretación de los resultados.

Cuando todo esto pase, espero que nos recuerden como los actores anónimos que trabajan en soledad con muestras humanas, las analizan, extraen de ellas las acertadas verdades para lograr un diagnóstico precoz y ayudar a salvar vidas, para usted, sus hijos y toda la comunidad.

Termino con parte del poema “Oda al laboratorista” de Pablo Neruda:

“Hay un hombre escondido, mira con un solo ojo de cíclope eficiente, son minúsculas cosas, sangre, gotas de agua, mira y escribe o cuenta...

Mira en la sangre mínimos puntos rojos, movedizos, planetas o invasiones de fabulosos regimientos blancos, el hombre con su ojo anota, escribe allí encerrado el volcán de la vida, el esperma... las semillitas de hombre, luego en su círculo pálido una gota de orina...

Él anota, escribe, descubre una amenaza, un punto dividido, lo identifica, encuentra su prontuario, ya no puede escaparse, pronto en tu cuerpo será la cacería, la batalla que comenzó en el ojo del laboratorista: será de noche, junto a la madre la muerte, junto al niño las alas del invisible espanto, la batalla en la herida, todo comenzó con el hombre y su ojo...

Allí con blusa blanca sigue buscando el signo, el número, el color de la muerte o la vida, descifrando la textura del dolor, descubriendo la insignia de la fiebre o el primer síntoma del crecimiento humano. Luego el descubridor desconocido, el hombre que viajó por tus venas o denunció un viajero enmascarado en el sur o en el norte de tus vísceras, el temible hombre con ojo descuelga su sombrero, se lo pone, enciende un cigarrillo y entra en la calle, se mueve, se desprende, se reparte en las calles, se agrega a la espesura de los hombres, por fin desaparece como el dragón el diminuto y circulante monstruo que se quedó olvidado en una gota en el laboratorio”.

Es tan real este poema de Pablo Neruda, quiero transmitir en estas palabras lo que nos afecta a los bioquímicos descubrir el diagnóstico terrible que condenará a un paciente que, quizás la medicina de hoy, con sus avances indefinidos y la tecnología disponible lo pueda recuperar.

Si Pablo Neruda, excelente escritor le dedicó semejante poema al laboratorista, yo no puedo más que decir: “al gran pueblo bioquímico, ¡salud!”
 

Prof. Dra. Emilce de los A. Méndez
Bioquímica, Mat: LºI Fº57 Nº57. Master en Microbiología Clínica. Docente FBCB (UNL)

Noticia de: El Litoral 

Fuente: Diagnostics News