(Buenos Aires).- Los síndromes mielodisplásicos (SMD) son un grupo de trastornos relacionados con la incapacidad del cuerpo de producir suficientes células sanguíneas normales. Estas células son generadas por la médula ósea, el material esponjoso que está dentro de los huesos. Los SMD pueden reducir la producción de cualquier tipo de células sanguíneas, y a veces de todas: los glóbulos rojos (encargados de transportar oxígeno a los tejidos del cuerpo), los glóbulos blancos (que ayudan a proteger contra infecciones y a combatirlas cuando ocurren) y las plaquetas (que intervienen en la coagulación de la sangre).

Los SMD suelen afectar mayoritariamente a adultos mayores de 50 o 60 años; mientras que es raro que se presenten en niños. Aquejan más a varones que a mujeres. Por motivos que aún no comprendemos, se presentan con mayor frecuencia en algunas familias que en otras: se ha descubierto que los genes anormales transmitidos por uno o ambos padres aumentan las probabilidades de que desarrollen SMD. Algunos trastornos hereditarios que pueden llevar a los SMD son: la Anemia de Fanconi, el Síndrome de Shwachman-Diamond, la Anemia de Diamond-Blackfan o el trastorno plaquetario familiar.

En alrededor del 30% de los pacientes, los SMD progresan y se transforman en una enfermedad llamada leucemia mielocítica aguda (LMA). La Organización Mundial de la Salud divide los SMD en 6 subtipos diferentes, según la combinación de tipos de células sanguíneas a las que afecten: glóbulos rojos, glóbulos blancos y/o plaquetas.

Los SMD suelen presentar síntomas como: sangrado, moretones de fácil aparición, fatiga y pérdida de peso. Como consecuencia de la enfermedad, sus pacientes suelen manifestar otros signos como: hemorragias por escasez de plaquetas (un sangrado grave puede llevar a un shock y ser mortal), anemia falta de glóbulos rojos e infecciones por un bajo recuento de glóbulos blancos. Los SMD reducen las defensas del paciente contra las infecciones virales y bacterianas, provocando que las personas afectadas sean más propensas a tener problemas por infecciones como el Epstein-Barr, la varicela zóster o el VIH/SIDA; además de que enfermedades como resfríos y neumonías pueden ser más graves (e incluso fatales) en estos pacientes.

Para el tratamiento de los SMD se prioriza reducir o prevenir las complicaciones de la enfermedad y de sus diferentes opciones terapéuticas. El procedimiento curativo más eficaz para la mayoría de los subtipos es el trasplante alogénico de médula ósea, por sus células madre. La elección del mismo queda supeditada a la edad del paciente debido a las comorbilidades asociadas, según diferentes grupos de riesgo. Las personas tratadas con esta opción presentan un índice de supervivencia a largo plazo de hasta un 60%.

Otras terapias pueden incluir transfusiones de sangre y plaquetas o antibióticos. En algunos casos, como el de pacientes que corren un riesgo alto de que su enfermedad avance y se convierta en LMA, el tratamiento podría implicar quimioterapia. Se utilizan medicamentos poderosos para matar las células del cáncer o impedir que crezcan y produzcan más células cancerosas. Estas pueden inyectarse en el torrente sanguíneo, se pueden administrar por vía oral o bien se puede combinar más de un tipo de quimio a la vez.

Conocer los síntomas y reconocerlos es fundamental para su diagnóstico precoz. Por eso, campañas como la del Día Mundial de los SMD o la labor de organizaciones como la Asociación Civil Linfomas Argentina (quienes desde hace más de 15 años se dedican a divulgar información y ofrecer orientación a pacientes con linfoma, mielofibrosis y SMD) resultan muy importantes. Si quiere conocer más sobre los SMD, lo invitamos a la charla gratuita via ZOOM que organizamos junto a ACLA el próximo lunes 26 de octubre a las 18 horas: ID: 883 9862 6074 – Clave: ACLA.

Fuente: Sinergia