(Buenos Aires).- Desde 1996, cada último miércoles de abril se lleva a cabo el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido para informar sobre las consecuencias que estos provocan en cada individuo, así como también en la sociedad a nivel general.

En la actualidad, solemos asociar a los ruidos con situaciones particulares como un recital o una fiesta, pero la realidad es que la gran mayoría de nuestros días se encuentran interrumpidos por ellos. Un bocinazo, una construcción o gritos callejeros son solo algunos de todos aquellos que irrumpen en nuestro día a día e, inclusive, nuestros trabajos.

Aunque estemos acostumbrados a todos ellos, con el paso del tiempo, comienzan a repercutir en nuestra salud provocando deterioros tanto a niveles físicos como psicológicos.

Mario Chiaraviglio, médico otorrinolaringólogo y especialista de MED-EL, explica que exponerse a ruido de mucha intensidad sin protección auditiva puede producir afecciones tales como la hipoacusia. En ese caso, la gravedad de la condición dependerá de la intensidad del sonido, así como también el tiempo en que se estuvo expuesto. “Algunos síntomas que deberían servir como una primera alarma son la fatiga auditiva o zumbidos” detalla el doctor. Estas señales no tratadas a tiempo pueden resultar en una pérdida de la audición.

Para prevenir este tipo de afecciones, resulta fundamental entender la diferencia entre un ruido y un sonido.

Todo sonido comienza con ondas en el aire que vibran de un lado hacia otro, es decir vibraciones. Estas, al llegar al oído, son convertidas en señales electrónicas y es allí cuando el cerebro pasa a interpretarlas como el propio sentido del oído. Todos estos mecanismos componen el proceso de escuchar, pero no siempre lo hacemos.

A nivel físico, el ruido y el sonido son iguales. Lo que difiere a uno del otro es la manera en la que un oyente responde a ellos. Todo aquel sonido que una persona no desea escuchar se convierte en ruido, esto sucede ya que el cerebro hace foco en los sonidos en los que se encuentra interesado (considerados como no ruidos) y reduce aquellos que no (entendidos como ruidos de fondo). Esta diferenciación se suele conocer como “intención del oyente”.

A pesar de que el cerebro puede realizar esta distinción, los ruidos de fondo afectan a la audición, es por eso que podemos mencionar cinco sectores profesionales cuyos empleados corren riesgo de sufrir pérdida auditiva:

  • Construcción: Quienes están en contacto con máquinas industriales que generan mucho ruido como los albañiles, obreros, carpinteros y directores de obra.
  • Aviación: Cualquier miembro de la tripulación como es el caso de pilotos, azafatas y comisarios de a bordo, así como también el personal de pista. Todos ellos están expuestos a los diversos niveles de ruido provocados por el avión ya sea por el despegue, aterrizaje y los cambios de presión.
  • Música y entretenimiento: No solo hace referencia a los músicos y DJs, sino también a los técnicos de sonido y trabajadores de centros de ocio (como cines, recitales, teatros y bares, entre otros).
  • Docencia: Cada persona que conforma el cuerpo docente se enfrenta de manera diaria a diversos ruidos que son el resultado de una gran concentración de personas en los que se generan murmullos, gritos y conversaciones paralelas.
  • Transportistas: Ya sea de viajeros o de mercancías, todos ellos conviven con los ruidos vehiculares, del tránsito y de las rutas. Entre ellos se puede mencionar a los taxistas, colectiveros, choferes, motoqueros y camioneros, entre otros.

Para todas estas labores existen normas que deben ser seguidas y tenidas en cuenta para prevenir el deterioro auditivo. Es esencial seguir las medidas de protección, así como también hacer el seguimiento correspondiente a aquellos trabajadores para los cuales existen riesgos de lesión auditiva por sus tareas diarias. “En estos casos, los trabajadores deberían hacerse chequeos cada seis meses o un año, dependiendo del grado de exposición e intensidad del ruido” concluye el Doctor Chiaraviglio.

Fuente: Moscú Agencia