(Bogotá).- Hace apenas año y medio, la vida en el planeta entero dio un vuelco. Muy poca gente sabía qué era un coronavirus en 2019 y ahora esta palabra está cada día en nuestro vocabulario. Hablamos de ello en nuestro trabajo, con nuestras familias, con nuestros amigos.

Sabemos que ese “bicho” que nos ha cambiado la vida, que ha provocado casi cuatro millones de muertos, cientos de millones de afectados y un sufrimiento indecible a miles de millones de personas se llama SARS-CoV2. Tenemos tratamientos para paliar sus devastadoras consecuencias y hasta vacunas, pero a principios de 2020 no sabíamos nada de todo esto y nos pilló, desgraciadamente, con muy pocos periodistas de ciencia y salud en las redacciones españolas y latinoamericanas para contarlo.

El periodismo de ciencia y salud es extraordinariamente complejo por dos motivos: el primero es que la materia de trabajo, la propia ciencia, es ya extraordinariamente compleja. Y el segundo motivo es que este tipo de historias deben afrontarse con mucha delicadeza, ya que afectan directamente a la vida y la salud de los ciudadanos.

En mi experiencia como periodista de ciencia, tecnología y economía, puedo afirmar que los temas de salud son los más difíciles y delicados a los que me he enfrentado, ya que hay que guardar un difícil equilibrio: no hay que asustar a los lectores, pero tampoco crearles falsas esperanzas. Son temas técnicamente difíciles de comprender y explicar; se necesita tiempo y espacio para hacerlo, y eso solo lo pueden hacer periodistas especializados que sepan qué y a quién preguntar. Y todo esto se resume en una palabra: dinero.

Es para mí muy sorprendente que, cuando hay poco dinero (y hay poco dinero en esta industria desde hace décadas), los medios tienden a concentrarse en los temas en los que compiten, en lugar de en los que se diferencian: apuestan por la política, el entretenimiento y los deportes, y recortan sus presupuestos en ciencia, salud o medio ambiente. Es un tremendo error. Y nunca ha sido tan obvio como durante esta pandemia.

Incluso la sección que dirijo, Materia, con seis periodistas especializados desde hace años y decenas de colaboradores, se ha visto literalmente arrasada por una carrera sin precedentes en la historia, que ha mostrado lo mejor y lo peor de la ciencia, y también lo mejor y lo peor del periodismo: en solo seis meses se publicaron 40.000 artículos científicos sobre el SARS-CoV-2, cuando sobre el primer coronavirus, el SARS, se escribieron unos mil. Se puede comprender qué consecuencias tuvo esto sobre las redacciones que no tenían un equipo preparado para entender, primero, y luego descartar o publicar esta avalancha de estudios.

La ciencia trabaja con tiempos muy largos y con un método que incluye la revisión de su trabajo por otros científicos, pero la urgencia de esta pandemia ha hecho estallar este método de trabajo y también el nuestro, el de los periodistas de ciencia. En Materia solemos contar que en este año nos hemos pasado más tiempo descartando trabajos alarmistas o mal fundamentados que publicando información. Y mucha la hemos publicado en formato de preguntas y respuestas, buscando sinónimos de ‘incertidumbre’, ‘dudas’, ‘datos sin confirmar’, ‘perplejidad’…

El problema es que la sociedad, y también los directores de medios, suelen reclamar titulares que ofrezcan respuestas claras y contundentes a problemas complejos y cambiantes, como es la lucha contra un virus mortal. Y por eso es tan importante tener en la redacción un equipo fuerte y especializado, que pueda explicar por qué la ciencia no ofrece nunca certezas y, por ello, tampoco debe hacerlo el periodismo de ciencia.

Un buen ejemplo es el especial Un salón, un bar y una clase: así contagia el coronavirus en el aire. Este reportaje, que llevó semanas de trabajo, lo han leído más de 12 millones de personas; es ya el artículo más leído de la historia de El País. Ha sido traducido a 13 idiomas, ha sido utilizado por multitud de organismos, públicos y privados para prevenir el contagio de la covid, y acaba de recibir el Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2021.

La razón la deja clara el jurado: Este reportaje multimedia no solo cambió vidas; las salvó. En un momento en el que no se contaba con eficacia cómo funcionaba la transmisión del coronavirus por aerosoles, resultó de gran ayuda para millones de lectores. Es, además, la expresión perfecta del servicio público del periodismo, que ayuda a tomar decisiones.

Porque, sí, el buen periodismo de ciencia y salud salva vidas. Este ha sido, sin duda, el año en que la ciencia ha demostrado ser la herramienta fundamental para la solución de los problemas más graves que sufren nuestras sociedades avanzadas y del periodismo científico para transmitirlo. Los medios han reforzado su información de ciencia y salud obligados por la pandemia, pero deberían recordar que lo más importante que puede hacer un medio de comunicación es ofrecer información seria y rigurosa a los ciudadanos para que puedan tomar decisiones informadas. Y no hay nada más relevante en la vida de un ciudadano que su salud y la de los suyos.

No volvamos atrás: reforcemos las redacciones con buenos profesionales de ciencia y salud. Ahora que muchos medios se plantean cobrar por el acceso a sus ediciones digitales, es el momento de ofrecer a nuestros lectores información de calidad, diferenciada, rigurosa y excelente, de ciencia y salud.

Por: Patricia Fernández de Lis

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Fuente: Premio Roche