(Buenos Aires).- Sin funciones multitudinarias y con poco presupuesto, las familias se preparan para un receso escolar atípico. Y es que los mismos cuidados que definieron la nueva normalidad en las aulas son los que condicionan las futuras salidas.

Lejos quedaron las salas llenas de cine y los patios de juegos superpoblados de niños. Frío mediante, las actividades recreativas deberán ser lo suficientemente atractivas como para alejar a los chicos de las pantallas, el salvoconducto hacia el contacto con sus pares durante la pandemia.

Sin embargo, no sólo se trata de que los pequeños se diviertan, si no de que utilicen ese tiempo de descanso para fortalecerse. Y es que, durante el confinamiento, la salud mental de niños y adolescentes se vio afectada. Así lo indica el documento presentado por Unicef “Salud Mental en tiempos de Coronavirus: estudio sobre los efectos en la salud mental de niños, niñas y adolescentes”. “Con la prolongación de la pandemia se notó un creciente agotamiento de la capacidad de adaptación y aparecieron dificultades para procesar simbólicamente lo que ocurrió. (...) se encuentran más irritables, de mal humor, enojados, fastidiosos y más intolerantes”, asegura el relevamiento.

Intervenciones positivas y bienestar

Entonces, ¿de qué manera ayudarlos? A través de las intervenciones positivas. “La psiquiatría positiva permite identificar y reconocer nuestras fortalezas de carácter, como la resiliencia, el optimismo y la implicación social que son los ladrillos con los que construimos nuestro bienestar y felicidad”, explica Hernán Alessandria, (MP 114.033. MN 125.968) médico psiquiatra, director y fundador de GlobalPsy. “Estas características positivas se aprenden y se desarrollan a lo largo de la vida”, agrega.

En la práctica, la creación del bienestar -entendido como pilar de la salud tanto física como emocional- se consigue a partir del establecimiento de rutinas claras en donde el equilibrio entre las 4D -Descanso, Despeje, Deporte y Dieta- se coordine de manera natural. “Existen, además, una serie de prácticas sencillas que pueden incorporarse al día a día casi como un juego, que construyen bienestar. Un ejemplo sencillo es ´El diario del agradecimiento´ que consiste simplemente que los niños todos los días antes de dormir escriban tres cosas que vivieron en el día por las que estén felices y agradecer por ellas. Este hábito les permite ser conscientes de que siempre hay algo bueno en lo vivido y dormir con la cálida sensación de lo bello”, explica Alessandría, presidente de la Sección del Capítulo de Psiquiatría Positiva de la Asociación Argentina de Psiquiatras.

Otras intervenciones positivas pueden ser simplemente, el establecimiento de una meta -por ejemplo, durante las vacaciones hacer todos los días 10 minutos de actividad física en casa- o el fortalecimiento de las relaciones sociales de los niños y entonces, aprovechar para visitar a abuelos y primos con los cuidados necesarios.

A pesar de su sencillez, las intervenciones positivas tienen resultados a largo plazo: “De acuerdo a diferentes estudios internacionales como el Li et al 2012, este tipo de prácticas incrementan hasta en un 50 por ciento el optimismo”, concluye el especialista. Las vacaciones de invierno pueden ser el momento propicio para que padres e hijos trabajen juntos en el bienestar común.

Fuente: Comunicar