(México).- La industria de dispositivos médicos (DM) crece en México a un gran ritmo desde hace años, y ya posiciona a México como el octavo exportador mundial, el principal en Latinoamérica, y el proveedor más importante de Estados Unidos.

Sólo en este sexenio el comercio de dispositivos médicos con los países socios del TLCAN –Estados Unidos y Canadá- ha crecido en una cuarta parte, y en general hacia todo el mundo viene sosteniendo una expansión de 7% anual desde 2010.

Son 7 clústeres de DM que agrupan a 130 empresas que están en México ya no sólo por la mano de obra barata sino por su reconocida calidad y capacidad. Este sector genera en el país unos 170,000 empleados.

Hay empresas que han traído procesos de manufactura compleja y delicada como Medtronicque fabrica válvulas cardiacas, J&J y Becton Dickinson y que ya tienen más empleados en territorio mexicano que en Estados Unidos. Particularmente, los clusters de Baja California y Chihuahua están reconocidos internacionalmente por su desarrollo innovador y manufactura avanzada.

Entre los principales productos exportados están instrumentos de medicina, cirugía y odontología o veterinaria; catéteres y cánulas; artículos y aparatos de ortopedia o para fracturas; aparatos de terapia respiratoria y material de curación y otros equipos hospitalarios.

Es un sector que aporta de manera importante a la economía mexicana. De hecho, a la balanza comercial le aporta un superávit superior a los 4,700 millones de dólares.

Lo malo es que en este sector vivimos una gran incongruencia: Y es que teniendo ese rol tan dinámico como productor, los dispositivos médicos no jueguen con tal protagonismo en el ámbito de la salud a nivel nacional. El mercado de DM está estancado desde hace rato. En 2017 creció 1% que restándole la inflación, para términos prácticos decreció.

Así es. Los dispositivos médicos innovadores y de la más alta calidad que los mexicanos producimos y exportamos, no los estamos consumiendo. No son parte de la atención médica en nuestro país. Al menos no en el sistema de salud pública.

En el sector privado es otra cosa, pero a él accede apenas 6 ó 7% de la población, la que cuenta con seguro de gastos médicos mayores.

El diagnóstico de la Asociación Mexicana de Industrias Innovadoras de Dispositivos Médicos (AMID), que hoy preside Carlos Jiménez de la alemana B.Braun, revela un factor que incide al respecto: Lo que sucede es que en el cuadro básico del Consejo de Salubridad General (CSG) se tardan tanto en aprobar nuevas tecnologías innovadoras que hay un muy angosto cuello de botella para hacerlas llegar a las instituciones públicas de atención en salud como IMSS, ISSSTE, Sedena y las de las entidades federativas.

Entonces éstas terminan gestionando las enfermedades de manera antigua u obsoleta. Hay muchas situaciones en tratamientos, cirugías y demás procesos hospitalarios que podrían sacar más ágilmente al paciente –con resultados más costo-eficientes- si adoptaran materiales o dispositivos innovadores comúnmente utilizados en otros países. Como no son aplicables aquí, muchos procesos resultan más costosos para el sistema.

Por mencionar algunos casos están las agujas para inyección de insulina que eliminan el desperdicio; son un poco más costosas pero con los ahorros de insulina se paga su precio. O las agujas intravenosas con sistemas de seguridad para catéter que evitan las heridas por punción entre el médico o la enfermera, y a su vez las altamente costosas infecciones nosocomiales.

En este caso, gastando unos centavos más en cada aguja se reduciría el gasto en infecciones intrahospitalarias. Aparte, muchos de estos productos no es posible adquirirlos porque al no estar en el cuadro básico no tienen clave de licitación.

Un último dato sobre la baja inversión de México en dispositivos médicos: por volumen de medicamentos consumidos somos el octavo mercado del mundo, pero por DM estamos en el lugar 28.

Fuente: El Economista