(México).- Recientemente, la agencia reguladora estadunidense (FDA) arrancó una estrategia que tiene como objetivo fijar parámetros que permitan evaluar programas de cómputo enfocados en ayudar en diversos aspectos de la salud humana.

El crecimiento exponencial en el desarrollo de programas que funcionan en muchos ambientes, y su interconectividad mediante internet, han provocado la aparición de una multiplicidad de herramientas. Las hay desde controladores de bombas de infusión para regular los líquidos intravenosos, hasta programas para actualización de marcapasos cardiacos.

Por supuesto, también se debe considerar en este grupo de herramientas a todas las relacionadas con el manejo de información médica y clínica, así como las dedicadas a su transmisión electrónica segura.

En conjunto, la sociedad estadunidense se dio cuenta de que carecen de mecanismos de control de calidad y seguridad referente a ese enorme conjunto de herramientas, de tal forma que desarrollaron un concepto primario para considerarlas como dispositivos médicos. De ahí el título del presente artículo, derivado de dicho concepto.

Por supuesto, el abordaje intelectual va a redundar en el establecimiento de mecanismos transparentes de evaluación, frente a los cuales aparecen ya las primeras quejas de desarrolladores de software, quienes manifiestan desacuerdo, afirmando que dicho control se convertirá en un obstáculo al desarrollo.

Por supuesto, es una forma de ver el fenómeno, pero resulta evidente que la sociedad requiere también de protección frente a quienes podrían resultar ineficaces, inescrupulosos y potencialmente peligrosos para la salud humana.

El panorama en México respecto del problema es francamente caótico. Como en muchos otros ámbitos, carecemos de las más elementales normas exigibles a cualquier producto de software médico; de tal forma que cada personaje, hospital o empresa que se están dedicando a construir, frecuentemente sin las bases más elementales, programas de expediente clínico, por ejemplo, con la connivencia de autoridades sanitarias puestas a modo, o en el peor de los casos mediante actos de corrupción; que no pueden ser prevenidos dada la carencia de normatividad.

Además, tenemos una autoridad reguladora que se encuentra francamente rebasada por el tamaño de sus responsabilidades y escasa estructura. Adicionalmente, carecemos de mecanismos modernos para el apoyo decidido en términos presupuestales, para el desarrollo de tecnología médica novedosa, con su correspondiente software.

La falta de cumplimiento de la administración actual, que prometió dedicar a ciencia y tecnología 1% de PIB (cifra baja, por cierto, en comparación con países que pretenden salir del subdesarrollo), es parte de la explicación del paupérrimo panorama que tenemos como nación. Apenas rebasamos, el día de hoy, 0.5% del PIB, según cifras oficiales.

A ver qué ofrecen en ese rubro los candidatos… sospecho que nada

Fuente: Excelsior